Johanna, acostada en el suelo, en posición fetal. Mirada
perdida. De repente sus pupilas se mueven en otra dirección. Su mente funciona
otra vez. Y recuerda…
Ella es pequeña.
Trenzas desechas. Un libro de cuentos en sus manos. Alicia en el País de las
Maravillas. Se dirige a la cocina a por un vaso de agua. Su madre sentada junto
a la mesa, con su bata color violeta. Qué guapa es. Su pelo color trigo es lo
que más le gusta a Johanna. Sus ojos grises miran a la nada. Tiene algo en la
mano con lo que juega. Se le cae al suelo y la niña lo recoge y se lo da. Vaya,
es la pastilla. Su madre le ha dicho que es una pastilla para ser feliz. Tiene
grabadas las letras S T. “Smiling Time”, dice su madre. Johanna quiere
probarla, pero su madre la riñe y la advierte de que no toque esas pastillas.
“Tu eres feliz, a la mamá le cuesta.” Johanna asiente y vuelve al salón. Pero
antes ha visto como una lágrima fugaz escapaba de los ojos de mamá.
Vuelta a la
realidad. Suena de fondo “Come As You Are”, de Nirvana. No se acordaba de que
ha dejado encendido el tocadiscos. Se levanta y se sienta en el sofá. En la
mesa una foto de él y ella. Rota por la mitad. Coje el mechero que él le dio
una vez. Quema los trozos. Como si fuese tan fácil quemar los recuerdos…
“Mamá, qué jodida
mentirosa. Era Sertralina, la pastillita. Es igual. A mí tampoco me sirve,
mamá. No es suficiente para hacerme sonreír.”
Johanna cierra los
ojos y empieza a reír. “Qué cojones, que le den. Él se lo pierde.”
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