Ella no es un riachuelo. Ella no es una ola entre tantas. Ella es una cascada. Ella es la inmensidad del mar. Es una princesa de seda dorada y de ojos de cielo y mar. Clara y viva, pero sobretodo fuerte, muy fuerte. Y esa fortaleza, ese ímpetu, hace que la vea como lo que es: una ninfa, una joven genial. Nos regala retazos de su imaginación a través de mareas de palabras. Ella es como el cielo que nos cubre y nos proteje, y el mar que nos apacigua y nos embravece. Recibe de mí mi más sincera admiración.
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