Somos los vagabundos del cariño, los buscadores de una
recompensa llamada amor, que por muchos tropiezos, caídas y recaídas, siempre
nos acabamos encontrando en la misma esquina. En la misma ciudad. Belgrado, tal
vez. El tiempo vuela allí, o eso dicen.
A veces me
impaciento y quiero correr, volar, tocarte en el hombro y recriminarte que
llegues tan tarde, pero entonces recapacito y decido callar. Porque nosotros no manejamos el tiempo. El tiempo
nos conducirá. Porque lo sabemos. Sabemos que el día menos pensado estaremos
los dos en ese rincón del mundo destinado a convertirse en telón de fondo de
nuestro enésimo reencuentro. Aunque yo no lo llamaría reencuentro. Nunca nos
hemos separado.