diumenge, 16 de juny del 2013

Cementerio de besos.

Leonor se pasó la mano por el labio partido. Conocía de sobras el sabor de la sangre. Su ojo se hinchaba por momentos. La ira ardía en los ojos de Julián. Sus puños apretados acentuaban las venas. Las ropas rasgadas de Leonor yacían inertes en el colchón. No sentía las piernas. No sentía los brazos. No sentía. En momentos como ese solía refugiarse en su imaginación. Con ojos llorosos y mirada perdida volvía a los días soleados de Mayo, sentada en el regazo de su madre, en el patio de las parras. Mamá... Mamá...
   Los gritos de Julián eran silencio para ella. Se levantó como pudo, a pesar de sus empujones. Corrió con la última fuerza que le quedaba a la calle. Corrió y corrió, calles y calles. No podía, no, ya no podía. Ya no podía con su mal humor, con su mirada alcoholizada, con sus puños contra su cara. Ya no podía esconder más moratones. Ya no podía ahogar más gritos. Ya no podía vivir así, si eso a caso se podía llamar vida.
   Corrió hacia el mar y se detuvo ante sus olas del color del abismo. Con la respiración entrecortada, miraba el horizonte con la esperanza de perderse en él y atenuar un poco la sensación dolorosa de la realidad. Se sentó en la húmeda y fría arena. Se quitó los zapatos y se acarició los pies, como le hacía su madre cuando tenía frío. Y entonces recordó sus últimas palabras:
   "Si te tocan, que sea para acariciarte. Si te gritan, que sea de entusiasmo. Si te hacen llorar, que sea de emoción. Si te quieren, que sea de verdad."
   Mamá... Mamá... ¿Cómo sobreviviste a papá? Cuéntame, mamá...
                                         

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada